Hablar, dialogar, conversar, todo ayuda a que te sientas mejor.

DIALOGAR MÁS PARA SENTIRTE MEJOR

Un diagnóstico de artritis supone que van a producirse en la vida del o de la paciente cambios a tres niveles. A nivel físico, los más evidentes son el dolor y la inflamación de las articulaciones, el cansancio y la fatiga, así como cambios que afectan a las relaciones sexuales. A nivel social, el cambio de roles familiares o incluso de trabajo son los más relevantes. Por último, a nivel psicológico, el malestar emocional derivado de lo anterior, o el hecho de tener que cambiar de alimentación, costumbres, el miedo a lo desconocido, etc., pueden dar lugar a sentimientos negativos, de impotencia y de tristeza.

Una de las herramientas para superar estas situaciones y evitar pensamientos negativos es el diálogo. Por un lado, el que tenemos con nosotros mismos, y por otro, el que tenemos con los demás: familiares, amigos, profesionales de la salud que nos atienden, compañeros de trabajo... ambos diálogos, bien utilizados, pueden hacernos sentir mucho mejor y hacer los síntomas de la enfermedad mucho más livianos.

El primero, el que tenemos con nosotros mismos cuando nos enfrentamos a un brote o al diagnóstico de la enfermedad, puede estar repleto de pensamientos negativos, que ya hemos tratado en un post anterior. Debemos hacer un esfuerzo para evitar culpabilizarnos o reprocharnos aquello que es fruto de los cambios que pueden aparecer en la vida.

Pero, además, es importante aprender a dialogar con los demás acerca de lo que nos pasa. Nuestro entorno familiar y social va a verse afectado por los cambios que hemos referido más arriba y que no sólo atañen al paciente.

En el plano familiar, conviene hablar de cómo nos sentimos. Si aparece el dolor o la fatiga, y eso nos impide hacer algo con normalidad, aprender a comunicar nuestra frustración de forma asertiva puede ser útil no sólo para el paciente sino para todo su entorno. La asertividad es la habilidad para ser claros, francos y directos, para decir lo que queremos decir, sin herir los sentimientos de los demás, ni menospreciar la valía de los otros, pero sin menoscabo de nuestro bienestar. Así, por ejemplo, si vamos de vacaciones y el plan es recorrer una gran distancia a pie, pero estamos fatigados, decirlo puede permitir adaptar el plan de forma que toda la familia disfrute sin que nadie tenga que renunciar a ver la ciudad y el paciente pueda descansar y disfrutar de la visita, por ejemplo, a bordo de un bus turístico.

Hablar con tu pareja sobre las dudas e inseguridades que pueden aparecer con los cambios en la sexualidad es la mejor manera de evitar que el cúmulo de malentendidos y silencios acabe en resentimientos y reproches que se conviertan en nudos difíciles de desatar.

Explicar a tus amigos cómo te sientes, en qué consisten los síntomas de tu enfermedad y el origen de tu malestar, contribuirá a que ellos también expresen las dudas sobre cómo pueden facilitarte las cosas sin agobiarte. Quizá entre tus amistades haya quien no te ayuda a hacer algo por miedo a estar haciéndote sentir dependiente. Hablar es una gran solución para aclarar estas situaciones. También puedes proponer a tus amigos que te acompañen a alguna reunión en las asociaciones de pacientes de tu entorno para que conozcan más sobre la enfermedad y contribuyan a identificarla y desmitificarla.

Y qué decir de lo importante que es hablar con los y las profesionales que cuidan de tu salud. Es más que probable que todas tus preocupaciones tengan respuestas sencillas que te quitarán miedos y te procurarán tranquilidad y confianza. En este vídeo puedes aprender más sobre ello. Te dejamos además un enlace a una información más resumida sobre esta cuestión.